miércoles, 15 de abril de 2009

¡Eeeeeeeeeh! ¡Ya llegamoooos!

La mayoría de los Domingos, acostumbrábamos a salir de paseo desde temprano, podía ser a algún día de campo, de visita con familiares o de compras.

Siempre al regresar a la casa, aún cuando no se habían encendido las luces de la casa, yo entraba corriendo por un largo pasillo, el cual atravesaba todas las habitaciones y finalmente llegaba a la cocina, con los brazos abiertos y gritando mi frase: ¡Eeeeeeeeeeeh! ¡Ya llegamooos!



Corriendo por el pasillo, sin saber lo que me esperaba

Un día, como no podía faltar la costumbre, ya era de noche cuando regresabamos de una fiesta de niños; en cuanto mi padre abrió la puerta, sin importarme la oscuridad, yo me lancé haciendo mi habitual recorrido, sin saber lo que me esperaba: Choqué con una cubeta con agua y un trapeador dentro, que estaba en el pasillo frente a la cocina, y caí estrepitosamente.

Para cuando encendieron las luces, yo me encontraba en el piso y toda remojando, y llorando. Ante la mirada de mis padres y hermanos que no podían contener la risa.

De inmediato me ayudaron a levantarme, y me llevó mi madre a cambiarme de ropa mientras todos se seguían burlando de mí.

Aquélla fue la última ocasión que entré a casa corriendo, nunca más lo volví a hacer.

Ya sólo exclamo al regresar: ¡Eeeeeeeeh! ¡Ya llegamos!

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